CONDUCTORES: NO CORRAS, QUE NO TE VEO

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  • Además, a velocidad excesiva aparecen cambios psicofísicos que potencian la fatiga, incrementan las probabilidades de distracción y aparecen respuestas emocionales de estrés y agresividad en algunos sujetos

 

Durante la conducción, las imágenes de los objetos y personas se proyectan sobre la retina “de forma difusa, pues se captan y suceden a gran velocidad”, según el Colegio de Ópticos-Optometristas de Andalucía. Y a medida que se incrementa la velocidad, según la web de dicho colegio, “las imágenes se tornan todavía más confusas, por lo que, a efectos prácticos, se reduce la visibilidad”.  Es lo que se conoce como “campo de visión cinético”. Por esta razón, el campo visual depende directamente de la velocidad a la que circulemos.

 

 

Pero al margen de estas circunstancias, cuando se incrementa la velocidad de circulación se va reduciendo el ángulo de visión del que percibimos objetos y personas. Así, por ejemplo, a 65 km/h el ángulo de visión se ha reducido hasta los 70 grados, mientras que a 100 km/h el ángulo de visión periférica baja hasta 42º (Ver fotografía). Y, a 130 km/h, solo 30º, apareciendo el llamado ‘efecto túnel’.

Y a 140, cataclismo perceptivo

Entre 140 y 150 km/h se produce el denominado ‘cataclismo perceptivo’: el sujeto pierde nitidez en la visión periférica y, con ello, la posibilidad de evaluar correctamente distancias y velocidades. Con un ángulo de visión de apenas 30º, aparece el ‘efecto túnel’, que impide apreciar cualquier circunstancia de peligro que proceda del entorno exterior de la carretera próximo a él. “Además, a mayor velocidad, menor nivel de captación y evaluación en los procesos de decisión de la información situada en los márgenes del campo de visión, que constituye la mayor parte de las señales e indicios relevantes para anticipar posibles dificultades”, según el INTRAS.

Si la velocidad es excesiva, aparecen, a nivel psicológico –como señaló Luis Montoro en 1993–, ciertos efectos de enorme trascendencia para la conducción. El más evidente, el aumento en el nivel de activación, con cambios psicofisiológicos que redundan en la potenciación de la fatiga, incremento de las probabilidades de distracción y la aparición de respuestas emocionales de estrés y agresividad en algunos sujetos, con todos sus efectos derivados.

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