PSICOLOGÍA: CRISIS DE ANSIEDAD

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  • Se estima que entre un 5% y un 6% de la población sufrirá un ataque de ansiedad en algún momento de su vida.

 

Los ataques de pánico, también conocidos como crisis de ansiedad o de angustia, son un tipo de trastorno de ansiedad en que la persona que lo sufre tiene ataques repetitivos de intenso miedo de que algo malo le ocurra. Pero, ¿qué son?, ¿por qué suceden?, ¿a quién afectan y qué sienten las personas que lo padecen? En este artículo se da respuesta a estas cuestiones y se aportan consejos de cómo actuar ante ella.

 

Ataque de pánico o crisis de ansiedad

¿Qué es un ataque de pánico o crisis de ansiedad? El doctor Antonio Cano, presidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés (SEAS), manifiesta que es una reacción de ansiedad muy intensa que se acompaña de la sensación de no ser capaces de controlar esta reacción e, incluso, con sensación de peligro de muerte inminente.

Este especialista explica que los desencadenantes de este desorden son el tipo de pensamientos catastrofistas que las provocan (como muerte inminente, ataque al corazón, mareos y pérdida de conciencia, entre otros) y la hiperventilación (respiración rápida que puede unirse a sensación de falta de aliento) que genera un aumento de activación fisiológica generalizada. Los pensamientos catastrofistas se originan por una incorrecta interpretación de síntomas de ansiedad (activación fisiológica).

Desde la American Psychiatric Association (APA) señalan cuáles son los criterios necesarios para diagnosticar un ataque de pánico: que sea una aparición temporal y aislada de miedo o malestar intensos, acompañada de cuatro (o más) de los síntomas que se citan a continuación, que se inician de forma brusca y alcanzan su máxima expresión en los primeros 10 minutos.

Estos síntomas a los que hacen referencia son:

  • 1. Palpitaciones, sacudidas del corazón o elevación de la frecuencia cardiaca.
  • 2. Sudoración.
  • 3. Temblores o sacudidas.
  • 4. Sensación de ahogo o falta de aliento.
  • 5. Sensación de atragantarse.
  • 6. Opresión o malestar torácico.
  • 7. Náuseas o molestias abdominales.
  • 8. Inestabilidad, mareo o desmayo.
  • 9. Sensación de irrealidad o de estar separado de uno mismo (despersonalización).
  • 10. Miedo a perder el control o volverse loco.
  • 11. Miedo a morir.
  • 12. Parestesias.
  • 13. Escalofríos o sofocos

En la victima también pueden observarse las pupilas dilatadas, la piel pálida e incluso puede llegar a estar tan agitado que manifieste ideas y sentimientos suicidas.

 

Crisis de ansiedad: a quién afectan más

Según la Guía Clínica de Atención Primaria en la Red, estas crisis de angustia son dos veces más frecuentes en mujeres que en hombres y la franja de edad más habitual es desde la adolescencia tardía a la adultez temprana (menores de 35 años). Se estima que entre un 5% y un 6% de la población sufrirá un ataque de pánico en algún momento de su vida.

Estos ataques pueden ocurrir en cualquier momento, de forma repentina, incluso durante el sueño. A consecuencia del trastorno de pánico, los afectados pueden sentir una gran preocupación sobre cuándo y dónde sufrirán el siguiente episodio, creando una ansiedad anticipatoria. Además, empiezan a evitar los lugares y las situaciones donde les ha sobrevenido el ataque y que les causan miedo. Ello afecta y condiciona enormemente su calidad de vida.

A pesar de que no se conoce el origen exacto de estas crisis, se cree que la causa más probable sea una combinación de factores genéticos, cambios en los circuitos neuronales o en el metabolismo y estresores psicosociales.

 

Cómo actuar ante un ataque de pánico: los primeros auxilios

Un ataque de ansiedad o pánico provoca un malestar intenso a la víctima, además de sensación de ahogo, sudoración excesiva, rigidez o sensación de hormigueo en las cuatro extremidades, dolor torácico no opresivo, taquicardia e, incluso, dolor abdominal. Ante un ataque de pánico, los especialistas en primeros auxilios recomiendan actuar de la siguiente manera:

  • Mantener la calma: si uno está tranquilo puede ayudar mejor a la víctima. El objetivo es que el afectado se relaje.
  • Aislar a la víctima del bullicio y facilitarle intimidad.
  • Intentar relajar al afectado animándole a que realice respiraciones lentas, profundas y repetidas, tomando el aire por la nariz y expulsándolo por la boca. Si la respiración es muy agitada (rápida y superficial), puede colocarse una bolsa sobre la boca y la nariz a modo de mascarilla e insistir en las respiraciones lentas y profundas.
  • Tranquilizarle, explicándole que si sigue las instrucciones la situación se controlará. No conviene decirle que no pasa nada -no es cierto y puede que sienta como si no se le tomara en serio- ya que podría aumentar su ansiedad. Tampoco hay que juzgar la causa desencadenante de la crisis.
  • Hablarle de manera calmada, en un tono bajo y despacio para que no le aumente el nerviosismo.
  • Intentar averiguar qué le ha ocurrido y llamar al 112.

 

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