Renovación Carné de Conducir: Conducción “de vértigo”
- Los síntomas del vértigo pueden llegar a incapacitar durante las crisis para conducir.
No se puede conducir con vértigo. Quienes lo padecen, durante la crisis, no están en condiciones de conducir, tanto por la limitación que producen los síntomas como por la que añaden algunos de los fármacos utilizados para su tratamiento.
En caso de padecer vértigo, es fundamental no automedicarse, acudir siempre al médico para que valore qué tipo de vértigo sufre y seguir sus consejos –en especial en relación con las actividades peligrosas– y no reiniciar la actividad hasta que la situación clínica lo permita.
Cuando el vértigo se acompaña de otra sintomatología, es básico que ésta sea valorada para ver si interfiere con la capacidad de conducir (cefalea intensa, visión doble, pérdida de audición, etc. ), que se busque el origen y no conducir hasta que el proceso esté controlado, y estable y siempre siguiendo las indicaciones que al respecto le haga su médico. Son especialmente importantes las precauciones que deben tomar los conductores profesionales, por sus largos recorridos, trabajo a turnos, etc.
El vértigo provoca importantes limitaciones para el desarrollo de actividades diarias a quien lo padecen. Una de ellas es la conducción de vehículos. El Reglamento General de Conductores establece que no se puede obtener o prorrogar el permiso de conducción si existen alteraciones del equilibrio (vértigos, inestabilidad, mareo, vahído) permanentes, evolutivas o intensas, sean de origen otológico o de otro tipo.
La palabra vértigo deriva del término latino “vértere”, “dar vueltas”. Quien lo padece tiene una sensación subjetiva de movimiento de los objetos que le rodean, o de movimiento de su propio cuerpo. Esa sensación es habitualmente de balanceo, giratorio o de desplazamiento del propio cuerpo o de la base de sustentación.
¿Vértigo o mareo?
El vértigo se relaciona con una alteración del sistema vestibular (alojado en el oído interno), cuya regulación neurológica se produce en el cerebro, en concreto en el tronco del encéfalo.
En ocasiones algunas personas lo asimilan al mareo. Sin embargo esto no es correcto, y son dos procesos diferentes.
El mareo es una alteración del equilibrio. La persona que lo sufre puede referir sensaciones desagradables como de vacío en la cabeza, inestabilidad, sensación de malestar y de desmayo inminente, acompañado todo ello de náusea y vómito, sudoración fría y palidez.
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